martes, 15 de enero de 2013

I

Rompen las cruces su descanso,
cuando desde el subsuelo
en leve plegaria,
se abalanza la voz diminuta,
timida rafaga,
del loco.

En lenta agonía,
como una maraña
de reflejos salvajes,
los oyentes perplejos
y anodados de quebrarse,
simulan un agitado silencio
replegando la ferocidad
de sus bocas hambrientas
mientras ladran balas.

Sin embargo,
la sustancia
de la que está formada
la contraposición natural
de la normalidad,
no se confunde
con la suntuosidad
desalmada
de la exclusión.
Es más,
el habitaculo
donde no existe
el mundo sin
luz día
luz noche,
es necio al percibir
una repetición
de la verdad
con tanta certeza,
de pájaros sin alas,
de fieras endemoniadas,
que los empedernidos
"lúcidos"
ciegos y sordos,
se asustan
y vuelven a retomar
la normal ceremonia
de exterminar esencias.

II

En sus ojos
de penumbras agotadas
donde la calma
se ha espantado
después de ver

cráneos reventados
trituración de naturalezas desnudas,

hay árboles
que han tomado partida
y se ven hoy
en la guerra
irremediablemente.

III

La electricidad
se carcome la desgracia
y huyen los pensamientos
de la carne quemada.

Los píes avanzan
sin saber si hay
agua o lodo,
sin saberse pies siquiera.

Es allí,
en la nada
de los reinos secos,
muertos,
donde sirven los libres.

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