miércoles, 27 de junio de 2012

Imágenes

húmedo vibrante acorde maldito
amatista hundida en la viña solar
largo temple final del sonido
armonía de los dioses amarillos

furtiva sombra que anida desdén

marchita rosa veneno de sal
amarga dicha del blanco tribal
furia animal saliendo a cazar

carne podrida de poca piel

ácido envolvente sublime sin ser
esencia astillada gélida atónita
discordia asesina benigna vacía

gnomos saltarines de barbas azules

arcos negros del horizonte helado
prados cercados eléctricos mojados
cabezas rodantes después del jaque

silencio mundano repleto de voces

regaños de mente siniestra calcina
lugares extraños oscuros con monos
tortura sin fin, murallas cerradas

mujer desnuda con senos enconados

desfile de vaginas mojadas
show de un muerto en cadena menstrual
grito de puta peluda cantante

guitarra llorando gimiendo azuladas

maderas del cielo con cuerpo dorado
ideas calientes de insensatez viva
palabras paganas del árbol que nace

figuras de peces con dientes de sable

amantes pinceles bordeando juglares
canciones y mares buscando abrigarse 
descalza la perra no puede andarse 

el techo de cal parece brillar 

bombillas celestes de marte 
grieta sin forma suplente de amar 
vacío total del cadáver pálido 

gusanos hambrientos con lenguas trilladoras  

veneno de aguja filosa punzante 
leche espesa de murciélago llorón 
pantano movedizo chupador 

perdidos pasos tambaleantes 

ballenas de estiércol liquido 
pistolas firmando la guerra  
alacranes de pinzas en plata 

nubarrones de cemento tiñiendo la noche 

reyes sonriendo en cedes de oro 
actores grandiosos con botas gigantes 
lluvia de cuchillos y ratas 

pilas de libros abiertos sudando  

pantallas aplanadoras del control 
maíces en boca de esclavos 
pollitos haciendo la fila en el fuego 

artistas genoveses sumidos en cosmos 

basura en manos de tontos 
basurero lleno de obras de arte 
soledad humeante de alquitrán y alcohol.

viernes, 8 de junio de 2012


Lanzé una súplica hacía la inmensidad
pidiendo que las girnaldas se encendieran
y que las magnolias suspiraran sobre mi lecho

Algunas cuantas constelaciones recibieron el llamado
añadiendole una figuración cósmica a las hojas
y transformando su sentido hacía la eternidad.

Pasaron años sin que yo volviera a sentir la primavera,
y llegué a pensar que eran en vano mis palabras
que no valían las ventiscas que se fusionaban con mis pensamientos.

Hasta que un día escuché una melodía sentimental
que venía desde un albaricoque frondoso
lleno de dulces amarillentos y rojizos frutos

supé ver allí a un jilguero cantor
esperanzando al mundo con su entonación
ensoñada de gloria natural como improvisada desde el alma.

Entonces entendí que allí estaba la vida
que aquella súplica era devuelta con libertad
y esa fué la canción que se escuchó sin cesar.