viernes, 8 de junio de 2012


Lanzé una súplica hacía la inmensidad
pidiendo que las girnaldas se encendieran
y que las magnolias suspiraran sobre mi lecho

Algunas cuantas constelaciones recibieron el llamado
añadiendole una figuración cósmica a las hojas
y transformando su sentido hacía la eternidad.

Pasaron años sin que yo volviera a sentir la primavera,
y llegué a pensar que eran en vano mis palabras
que no valían las ventiscas que se fusionaban con mis pensamientos.

Hasta que un día escuché una melodía sentimental
que venía desde un albaricoque frondoso
lleno de dulces amarillentos y rojizos frutos

supé ver allí a un jilguero cantor
esperanzando al mundo con su entonación
ensoñada de gloria natural como improvisada desde el alma.

Entonces entendí que allí estaba la vida
que aquella súplica era devuelta con libertad
y esa fué la canción que se escuchó sin cesar.

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