domingo, 9 de marzo de 2014

cómo vas a entenderlo,
ni siquiera despierto,
ni siquiera durmiendo.
se cerró la puerta
de humedales vastos
¡no hay salida!,
rejas de cristal
selvas de electricidad
transparente suave terciopelo
una señal perdida
resbalando sobre templos,
la cura:
cien noches bajo tierra
y una más matará el mal.
algunas nubes que tapan el sol
sin poder verlo
apretar las muelas y odiar,
sentir cada segundo,
cada doloroso instante
en perpetua horda lenta.
es solo un velorio
el encuentro con la luz,
la del final,
rendirse ante la fatalidad,
una mente inquieta
acorralando el cuerpo
el lugar del descanso eterno.
carcomiendose espanta,
risa dispara,
desaparecen los cielos
pudren la carne,
veneno siniestro
quebrando el craneo cerrado
muros, paredes, cemento,
sordo, ciego, tonto, manso,
renegado de la raza
decertor del tiempo.
confundido espejando farsas
triste máscara sin lugar en el centro.
relámpagos, morada del horror,
en las caras brotan,
en el cuerpo
lágrimas de sangre.
muerto y suicidado mil veces más.
payasos rién,
todo ese cementerio de ratas
y esclavos,
todo ese griterio de gentes espantadas.
merecen muerte los dos últimos días
y las noches que no existen.
todos los días de condena
sin luz,
la seca ventisca de hierro
el último plato de estiercol
la espada en el cuello
los cristales del espejo
todos clavandose, hundiendose
después de quebrarse en las venas
-cretino espero que mueras desangrado-
el que está reflejado,
-espero que no vuelvas a sentir
ni una gota de luz, ¡maldito cretino!-
cuerpo ajeno encarcelado
el espiritu que nunca vuelve,
hurgando la piel,
hundido en los huecos de esos ojos,
pozos de barro negro,
de otro que no está,
remediando la caída y la fuga.
esperando el final
sobre ocasos profundos
de una psíquis
aplastada por la guerra
creyendo que era parte de eso
y no es más que una idea,
no es más que una tonta idea
dando vueltas.